Por: Tania Espitia
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Deciden derrumbar la casa vecina. Me gusta salir a comprobar la destrucción, ver cómo se van cayendo los muros y alguien incendia lo poco que queda. Verla destruirse es una forma de asimilar su desaparición.
Pasa lo mismo con las calles. Utilizo mis minutos de libertad para recorrer los lugares cotidianos, para ver cómo son imposibles de habitar y cómo se ha borrado la gente que me acompañaba y con ellos, el tinto y el chisme.
En ambos espacios ha triunfado la muerte. Y no queda más remedio que mirarla.
(Y cantar una canción).


